En el diario Río Negro publiqué una nota (ver) donde relato cómo la jefatura de policía aprieta mediante memorádum y circulares a los suboficiales y oficiales para que no hablen con los medios, para ser más precisos, para que no brinden ningún tipo de información a los periodistas.En medio de este escenario de aprietes me enteré que hay al menos cuatro policías a los cuales les iniciaron sumario administrativo por hablar con la prensa. ¡Ojo! que los uniformados, por lo que sé, no revelaron ningún secreto de estado sólo contaron a los periodistas lo que pasaba en el lugar donde se realizaba una cobertura periodística.
Esto que está sucediendo puertas adentro de la policía es una demostración de autoridad y poder de parte de la cúpula. Es sabido que el poder no se tiene se ejerce, y esta es la mejor demostración. Lo único que falta es que en la plaza de armas de la jefatura de calle Richiere ejecuten a un efectivo para generar más temor aún dentro de la fuerza.
El preconcepto desde el cual se ejerce este poder despótico es que la difusión de hechos policiales aumenta la sensación de inseguridad en la población. Así piensa el secretario del Seguridad Guillermo Pellini y del jefe de la policía Juan Carlos Lepén. Esa liviandad con la que se analiza un fenómeno comunicacional asombra y al menos podrían convocar a una mesa de trabajo a los periodistas para debatir ese supuesto.
Lo cierto es que lo que la policía no quiere que trasciende es información pública que genera la población que en todo caso es la que padece las situaciones delictivas por lo que sería bueno que toda la cúpula policial reciba una clase de instrucción cívica. A lo mejor así dejan se adaptan a vivir en democracia y dejan de manejar arbitrariamente la información ya que al parecer hay prácticas que no se logran erradicar.

