Respirar, de eso se trata, de seguir respirando, se dice para sus adentros mientras a un paso le sucede otro y los recuerdos fluyen por los poros como el sudor frío que adelanta un desvanecimiento.
Un perfume que viene de lejos traído por el zonda de un agosto que recién se inicia, ingresa por sus fosas nasales y se dirige directo a su memoria. El corazón se contrae y sus ojos se inyectan en lágrimas y de nuevo la dignidad sale a frenar lo que podría transformarse en una ridícula escena de un hombre que se quiebra y rompe en llanto desconsoladamente en medio de transeúntes que sólo lo mirarán al pasar.
Pero la dignidad hizo de las suyas y evitó que todos los flashes que pasaron por su cabeza lo resquebrajaran aún más.
Respirar y resistir ¿hasta cuándo?, se pregunta mientras ve como todo un logro el haber sobrevivido a un día más de trabajo, de explotación, de humillación para llegar a su casa a sabiendas de que ella ya no está y que jamás volverá.
Agosto 2006