
En tiempos de epidemias y pandemias, estuve hurgando en los archivos y descubrí, en una compilación de los copiadores (actas) del Honorable Concejo Deliberante de Neuquén, que rescata los primeros 10 años de la ciudad (1904-1914), que en 1908 se registró el primer brote endémico que fue de
escarlatina.
Afectó al cinco por ciento de la población, más de 40 habitantes, por lo que se ordenó el aislamiento de los enfermos en lazaretos y una íntegra desinfección de todas las viviendas. Duró casi dos meses y murieron dos niños.
Se los relato. Acababa de despuntar 1908, la provincia era gobernada en forma interina por Iturbides Rodríguez y presidida la comisión municipal por Abel Chaneton. Fue en esos primeros días del año que se disparaba un alerta sanitario que tuvo en vilo a toda la población hasta fines de marzo.
La epidemia fue principalmente de escarlatina aunque se admitió en el informe oficial que hubo algunos casos de tifus y coqueluche que afectaron a más de 40 personas.
El 6 de febrero de 1908, con la epidemia encaminada, Chaneton se dirigió al médico de la gobernación, Julio Pelagatti, en estos términos: “esta comisión está dispuesta a ser asesorada por usted y hacer todo cuanto sea posible para evitar las enfermedades y dictar todas aquellas medidas de higiene suficientes para ello”.
Tal fue la preocupación, que el gobernador interino dispuso a Pelagatti para que trabajará codo a codo con la comisión municipal.
Lo primero que advirtió el médico a Chaneton fue la falta de medicamentos por lo que el 11 de febrero enviaron un telegrama en carácter de “urgente-recomendado” al presidente del Concejo Nacional de Higiene de la Nación.
“La comisión municipal que presido ha resuelto dirigirse a usted solicitando telegráficamente, dadas las urgencias del caso y por consejo del médico de la gobernación, el envío a la brevedad de 12 frascos de suero antidiftérico de mil quinientos miligramos y 2.000 unidades de inmunización respectivamente por la gravedad de la situación sanitaria de la población”, reza el extenso telegrama donde además se pide una estufa de desinfección o un pulverizador.
Si cabían dudas del riesgo que había en el población, el presidente de la comisión de la ciudad va a dejarlo en claro en la petición que hizo a la Nación requiriendo: “se declare seriamente comprometida la salud pública neuquina con casos de escarlatina, fiebre tifus y coqueluche”.
Al cumplirse una semana de la intervención oficial del médico de la gobernación y el pedido elevado a la Nación, Pelagatti detecta más personas afectadas y se le informa a Rodríguez que la “escarlatina ya se ha sentado en esta población con carácter endémico”.
Esta situación obligó a tomar medidas extremas. Chaneton le explicó al gobernador que el facultativo aconsejó medidas de profilaxis urgentes, “para evitar la propagación de la epidemia”.
“En virtud a lo aconsejado por el médico he alquilado una casa a José Manggiarotti, próxima al puente, para destinarla a lazareto donde se aislarán los casos producido y que pudieran ocurrir”, avisó Chaneton en un escrito a Rodríguez. Después se debió abrir otro lazareto más.

Los lazaretos históricamente eran utilizados en las ciudades portuarias donde solían dejar en cuarentena aquellos pasajeros que llegaban con alguna enfermedad infecciosa. Eran lugares abiertos ya que debía circular el aire para evitar que el virus o la bacteria hicieran cultivo.
En ese entonces la situación apremiaba y tanto Rodríguez como Chaneton sabían que debían actuar rápido ya que la epidemia estaba creciendo y para una población que rondaba los 800 habitantes, la cantidad de afectados hacia prever un crítico escenario a futuro.
Para evitar cualquier tipo de propagación de la enfermedad la policía dispuso custodia en los lazaretos donde sólo podía ingresar personal autorizado.
“Como el aislamiento que se ha ordenado podría ser ilusorio sino se tomase medidas de seguridad que lo eviten, solicito se sirva librar oficio al señor jefe de la policía para que establezca en el mencionado lazareto una custodia permanente que evite la entrada y salida de toda persona no autorizada por esta municipalidad”, pidió Chaneton a Rodríguez que por esas horas acataba cada uno de los pedidos del presidente de la comisión de la ciudad.
La endemia fue tan importante que obligó a la apertura de otro lazareto más. Estos fueron identificados, uno como
Sucio y el otro como
Limpio.
Con los enfermos aislados el municipio emprendió la desinfección general de la población principalmente en aquellas viviendas donde estuvieron los afectados.
El tratamiento empleado por Pelagatti fue exitoso y el 24 de marzo de 1908 se anunció oficialmente que: “ha desaparecido la infección por lo que se procede a la clausura de ambos lazaretos”.
El balance final que entrega el médico a Chaneton y que éste hace llegar al gobernador detallaba: “De los 30 individuos aislados entre ambas casas, lazareto sucio y limpio, y de los 11 enfermos graves, han fallecido dos niños de corta edad. Uno es hijo del sargento de policía Ricardo Guzman y el otro de Bernardo Sandón vecino de Estación Limay”.
Chaneton vivió una estresante situación por la endemia y ese habría sido uno de los motivos que lo condujeron a renunciar a su cargo de presidente de la comisión municipal.
La dimisión la presentó el 3 de abril de 1908 al gobernador Iturbides Rodríguez acusando que la misma se fundaba “en razones de carácter privado que me impiden continuar desempeñando con la debida atención en las funciones del cargo”.