
El accionar de los policías muchas veces suele ser cuestionado por la sociedad en su conjunto y esto se debe a la falta de profesionalismo.
Ayer tuve una experiencia al respecto mientras cubría un desalojo en el barrio Villa Ceferino (
ver nota).
Situación: la mujer desalojada vivía con sus dos hijas y nietos de meses. La notificación judicial ordenaba sacar todas sus cosas a la calle, incluidas ellas tres y los niños. Como la mujer desde hace 20 años reside en la misma casa, la conocen y la tienen en estima la mayoría de los vecinos del barrio que salieron en su defensa. Esto derivó en un conflicto con los policías que fueron apoyados por dos fuerzas de choque, Metropolitana y Uespo.
La barrera de
tortugas, como se les dice a los grupos de choque que están con una armadura de plástico duro recubriendo su cuerpo, casco, escudo e Ítaca en mano, impedía que los vecinos se acercaran a la familia que luchaba por su hogar.
En medio de esa tensión una mujer policía y uno de sus pares comenzaron a pedir, con un dejo de soberbia, a los familiares que se retiraran del lugar.
Los dichos de estos dos
"profesionales de la seguridad" lejos de aplacar los ánimos, los encendieron aún más. Todo sucedió cuando se negociaba la desactivación de la medida judicial. Fue enfrentamiento verbal sin sentido y sobre todo innecesario.
Acá es donde uno se pregunta si estos hombres y mujeres están bien capacitados. La respuesta es
no.
Los uniformados reciben sólo 9 meses, en el mejor de los casos, de capacitación y por la verticalidad de la fuerza estos policías suelen ser literalmente “basureados” durante su formación por los jefes y esto también se aprende. Entonces, en cuanto se produce la ocasión de demostrar su autoridad suelen valerse de la fuerza y no de la razón o si quiera del sentido común.
Este año ingresaran a la Academia Policial entre 300 y 400 jóvenes que con suerte recibirán dos meses y medio de capacitación para sacarlos con fórceps a la calle en enero con una 9 milímetro a mano. ¡Todo un riesgo!
En definitiva, muchas veces los peores males de la policía tienen su génesis dentro de la misma fuerza.
Foto: Leonardo Petricio