Anduve recorriendo el camino del conocimiento y sumando nuevas herramientas. Pero con ganas de retomar de a poco este espacio que siempre me ha ayudado a desarrollarme en muchos aspectos de mi carrera. Nos veremos más seguido.
jueves, 23 de mayo de 2024
viernes, 23 de septiembre de 2022
Llegó el hijo que faltaba: Historias del Crimen de Neuquén
En el peor momento de la humanidad, una pandemia, y de mi vida, la parca me anduvo rondando y tras fracasar conmigo se llevó, en solo siete meses, a mis viejos. En medio de todo ese dolor parí "Historias del crimen de Neuquén".
Para mí fue un salto al vacío, pero también la posibilidad de hacer una primera recopilación de historias que perseguí por años.
Tuve la suerte de estar en la Feria del Libro de Neuquén donde un gran amigo, escritor y periodista, Pablo Montanaro, me ayudó a presentarlo ante un auditorio que sobrepasó mis expectativas.
¿De qué se trata? En esta nota van a poder conocer una opinión más certera que la mía.
DECLARACIÓN DE INTERÉS LEGISLATIVO
sábado, 29 de junio de 2019
Una nueva aventura de Quimeras: un Podcast
Quimeras siempre fue un intento por salvar las urgencias que me persiguen, y hoy, hacer este Podcast de entrevistas es un salvavidas que llega justo a tiempo.
El vértigo casi constante en los medios por el click, el espacio, el minuto y el segundo, sentí que quitaban la posibilidad de ir más allá de la coyuntura.
Es por eso que me embarqué en esta nueva Quimera al hacer un Podcast que seguramente solo me interesa a mí. Todo es una exploración en la que charlaremos muy distendidos con personas que me interesan y que yo estimo tienen algo para aportar y que va más allá de su rol o función social.
Este camino de descubrimientos lo podrás escuchar entrando a este blog cada 15 días o por las distintas plataformas que difunden Podcast, Ivoox, Spotify o Itunes.
Que lo disfruten...yo...me lo tomo con tranquilidad!!!
https://ar.ivoox.com/es/podcast-podcast-quimeras_sq_f1728171_1.html
https://podcasts.apple.com/ar/podcast/podcast-quimeras/id1470394803
https://open.spotify.com/show/3I7vLhGlzjdA27FvJnF02l?si=XZJxQcuHTcuIdqiIn1lKlQ
El vértigo casi constante en los medios por el click, el espacio, el minuto y el segundo, sentí que quitaban la posibilidad de ir más allá de la coyuntura.
Es por eso que me embarqué en esta nueva Quimera al hacer un Podcast que seguramente solo me interesa a mí. Todo es una exploración en la que charlaremos muy distendidos con personas que me interesan y que yo estimo tienen algo para aportar y que va más allá de su rol o función social.
Este camino de descubrimientos lo podrás escuchar entrando a este blog cada 15 días o por las distintas plataformas que difunden Podcast, Ivoox, Spotify o Itunes.
Que lo disfruten...yo...me lo tomo con tranquilidad!!!
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viernes, 18 de enero de 2019
Entrevista a Gastón Intelisano
Gastón Intelisano es forense y escritor de novela negra. Tiene una saga de cuatro libros en la que el investigador Santiago Soler trabaja resolviendo distintos crímenes. En sus libros transmite el conocimiento real de cómo se investigan las muertes violentas en la Argentina, a lo que le suma la ficción de la historia. En la charla que mantuvimos cuenta su inclinación hacía la investigación desde temprana edad cuando descubrió que quería ser un agente del FBI. En el camino se recibió de criminalísta, radiólogo y luego incursionó en la escritura. En la actualidad trabaja en su quinta novela.
Además, habla del abismo y los atajos que hay entre la realidad y la ficción en la investigación criminal.
Además, habla del abismo y los atajos que hay entre la realidad y la ficción en la investigación criminal.
lunes, 17 de diciembre de 2018
Cuento: Puto cauto
Lo peor que me puede pasar una tarde de sábado es que se haya
suspendido el partido de paddle que suelo jugar con amigos, pero las características
de día trágico aumentaron aun más cuando mi pareja me pidió que lo acompañara
al supermercado, lugar que detesto por ideología y que utilizó cuando ya no
queda otra alternativa.
- Zurdito
acompáñame –me ruega socarronamente con esa voz amorfa que es un intermedio
entre lo fingido y lo indefinido.
- Bueno,
pero trata de ir como una persona normal, le advierto mientras me doy cuenta
que todavía no termino de aceptar del todo mi reciente homosexualidad.
Mientras trato de darle forma a la maraña de pelos que cubren mi
cabeza, pienso frente al espejo, con los dos ojos clavados en uno, en él.
Walter,
es un lindo tipo y para tener treinta años tiene firmeza corporal y una libido
tan irresistible que es casi imposible no caer en su sexo. Pero su histrionismo
es alevoso, para mi gusto, por lo que su modo de expresión, de caminar y de
hacer las cosas lo ubican en una categoría intermedia entre el gay y el trava,
y eso me jode. Él es uno de esos personajes que mis amigos tildarían de “puto
de mierda”.
Es duro que este pensando esto, balbucea mi reflejo
desde el botiquín
mientras cepillo mi dentadura que por ahora resiste al paso del tiempo. Quizás sea una actitud envidiosa porque él es más
puto. Digo, más puto que yo. Puto con mayúsculas, de esos que se bancan lo que
son porque ya lo han asumido y viven a pleno con sus hormonas.
A mí, mi pasado medio que me condena. De cuna católica y mujeriego de
adolescente, trato de manejar la situación lo más que puedo por eso suelo
evitar exponerme públicamente y todo eso que él me recrimina como si no
entendiera. Yo, revuelto en mi, todavía sufro el haber perdido algunos amigos
de toda la vida y será por eso que ahora soy un puto cauto.
Mi
familia no lo sabe y mi hija no entendería eso de que a papá se lo cogen. Por
esto, caos y situación de mierda se han convertido es estados latentes de la
ficción en la que resido.
- Estoy saliendo con alguien- así empezó mi última
conversación con uno de mis mejores amigos. Él me miró expectantes sin saber lo
que venía.
- Pero no
es una mina, es un tipo, se llama Walter – le tiré sin anestesia pero
anestesiando por completo su cerebro que sólo atinó a implosionar.
- De qué
carajo estas hablando?
- Soy gay
Paco.
Su rostro
se demacró, la amistad tambaleó y al final los 17 años compartidos terminaron
desarmados en el suelo y nos despedidos como si fuésemos dos perfectos
desconocidos. Miedo y asco, es el rostro que me ha quedado guardado y con el
cual recuerdo a ese tipo que supo ser mi medio hermano.
Sí ya lo dije, puto cauto, así me autodenominé a partir de ese entonces.
Agujas rectas me delatan que Walter ya viene tarde
pero dos cortas bocinas me llevan a apurar las zapatillas.
Salgo,
cierro y subo al coqueto auto que siempre huele tan bien.
- La puta que te parió no me gusta que me toques bocina, tanto te cuesta
mover el orto del asiento. No podes hacer como la gente normal que toca timbre.
No soy una puta.
- No ya sé,
sos un puto.
- Ándate
un poquito a la mierda, le digo indignado mientras veo su atuendo, es reputo y
me amargo aún más.
La tarde pinta terrible, hace mucho calor y con
Walter al lado mi anonimato supermercadista peligra demasiando entre tantos
consumidores.
Las góndolas se convierten en escudos que me ayudan a disimular y por un
momento improviso un juego de escondidas del que sólo yo participo.
- Vida
llevo estas arvejas- me dice Walter jugando con esa voz de trola mientras
zarandea una lata entre medio de sujetos que no pueden esconder su repugnancia
pero que él no registra.
Le
contesto algo así como que haga lo que quiera, mientras huyo entre las góndolas
que a esta altura son mis únicas aliadas.
Mis
acciones evasivas fracasan por completo cuando un par de pasillos después me
topo con un Walter que maneja en forma zigzagueante y con total impunidad el
carrito de comestibles.
La escena
era tan grotesca como real, por lo que tuve un brote de risa que no pude
ocultar y que él acaricio sutilmente, por lo que sentí hasta culpa de la vergüenza
que me genera salir a la calle con él.
Así, con total naturalidad ama y mata. Ese es Walter, el tipo no es un
puto común, es un puto desafiante, descarado y enfrenta, sumido en una total
anarquía, a los miles de ojos hipócritas que lo ven transitar.
Envidia
dije, sí, envidia de eso, de eso que a mí no me sale.
Estaba en éxtasis, lejos muy lejos, cuando su boca floja y su lengua suelta me
hicieron precipitarme sobre la realidad. En una jugada inexplicable, mi chico
me dejó desnudo de palabras frente a dos amigas suya a las cuales me presentó
como su pareja homosexual.
Estaba
despavorido, en off y por reflejo sólo atiné a darles un beso y seguir mi
camino, que no sé cuál carajo es.
Walter
entendió ahí que algo no estaba bien, sé que a él le jodio, me lo dijo tiempo
después, y yo creí que él había advertido que se había ido a la mierda con esa
estúpida e innecesaria presentación.
Mientras
miraba aderezos, en mi cabeza retumbaba la idea de que esas dos minas sabían
que yo era puto.
Walter
trató de enmendarse con una disculpa, pero yo había aprendido de los
precipicios a hacer vacíos y me blindé en cuerpo y espíritu.
El resto
de la Híper travesía, sobrevino sin mayores particularidades. Los dos caminamos
separados sin cruzar palabras. Eso estuvo bien.
La tarde terminó cuando baje del auto, que para ese entonces
apestaba de gritos, puteadas, reclamos y demás.
Walter y
yo terminamos.
- Vos todavía no estas listo para ser puto, me dijo recurriendo a su voz original
que es sostenida y sensual.
Con un
portazo lo termine de mandar a la mierda y me acuartele entre mis paredes.
Esa noche, quizás por despecho, recurrí a una amiga con beneficios
y entre copa y copa mi boca avanzó sobre su sexo ensordecedor e
implacable.
Y
mientras disfrutaba cogiéndome a una mujer recordé a Walter.
Publicado en 2006 en la revista Serendipia (Mendoza)
dirigida por Alejandro Frías.
lunes, 10 de diciembre de 2018
Cuento: El beso de la puta
Antes de morir
mi abuelo me pidió que me sentara al lado suyo en la cama.
Presumí que me quería contar algo importante.
Su mano arrugadísima
estaba fría por lo que la envolví entre las mías para darle calor, fue en ese
momento donde una revelación suya me atravesó.
“Siempre amé a una puta que me besó”, dijo
con apenas un hilo de voz.
En ese momento
quedé impactado. Luego entendí que no todos se quieren llevar a la tumba
sus secretos y que un nieto es mejor confidente que un hijo. Porque el nieto no
juzga y hasta se divierte con las andanzas del nono.
El beso de la
puta me recordó, con el paso de las horas, el cuento de Martín Kohan, Erik
Grieg, que es el personaje con el que va a tener sexo la Ema Zunz de Borges.
La voz de mi
abuelo era cansina y su respiración muy áspera. Algunos detalles, creo que
mi moribundo abuelo los omitió por economía de vida, literalmente.
Todo se remontó
a los años 50 cuando él gozaba de unos fuertes y firmes 30 y tantos y mi viejo
arrancaba con su pubertad enterándose de todo con los amigos del barrio,
jugando a la pelota y robando frutas en las fincas de las afueras. Una
adolescencia sin pantallas, donde la radio desarrollaba la imaginación con sus
radioteatros de la tarde que convocaban a toda la familia.
En fin, mi abuela ya había parido cinco
hijos y estaba sola con una casa invadida por niños y las duras tareas
hogareñas. Cocinar para una tropa, lavar los pañales, planchar, regar, limpiar
la casa, hacer las camas, las compras y así un montón más de tareas que
conformaban una rutina terrible.
En esa práctica
cotidiana, el sexo podía ocurrir cada dos meses con suerte y no era de común
acuerdo. Mi abuela entendía que la necesidad de mi abuelo era inminente cuando
sus manos desafiaban a las suyas. Además, las excusas de doña María se habían
acabado: dolor de cabeza, sueño, cansancio, acostarse y dormirse rápido era
otra de sus estrategias. Algunos de estos detalles no me los contó pero
ocurrieron.
En uno de esos
tantos días
que volvía del trabajo en bicicleta, mi abuelo vio un piringundín por una de
las calles laterales a la avenida principal, donde no abundaba las luminarias y
solo unos foquitos alumbraban el ingreso de unas pocas viviendas de la cuadra.
Justo el
foquito rojo era la clave visual para identificar ese barsucho devenido en
prostíbulo
o casa de citas, como se los enmascaraba. Todo era clandestino en ese entonces
tal como pasa ahora.
Hábil
con la bici, clavó la alpargata en la rueda trasera para reducir la velocidad y
miró y lo miraron. La mujer que estaba en la puerta tenía una bata, era una
tela brillosa parecida a la seda, su pelo castaño claro tenía leves
ondulaciones, tez blanca, boca carmín y curvas interesantes.
Mi abuelo dejó
de mirar porque la mujer lo intimidó. Me explicó que su única mujer había sido
mi abuela, yo entendí lo que quiso decir, que amó siempre a la María, pero me
resisto a creer que no estuvo en otros brazos.
Lo cierto es
que un día
al salir del laburo, casi llegando al piringundín se bajó de la bici y pasó caminando
por la vereda. La mujer irresistible no estaba en la puerta, había otra que era
mucho más rellena. El nono se armó de coraje y preguntó.
Se llamaba
Beatríz
la puta que él buscaba y su tarifa no la podía sacar del bolsillo como si nada
porque era un cuarto de su salario mensual que de por sí no alcanzaba.
Durante tres
meses pasó con el anhelo de que
Beatriz estuviera parada en la puerta y así cruzó miradas en más de una
ocasión. Es de suponer que hubo cierta complicidad entre ambos porque sabían,
con la certeza de un reloj suizo, a la hora que se verían y ella estaba en el
umbral y él pasaba con la alpargata frenando la rueda trasera de la bici. Sólo
a Fellini se le hubiera cruzado por la cabeza semejante escena.
Una respiración
profunda y un parpadeo pusieron en jaque el final de la historia.
-
¡Abuelo!, dijie,
y puse la mano en su pecho y su corazón galopaba como el de los chicos en las
ecografías. Me estremecí. Al borde de los 85 años ese corazón había soportado de
todo, hasta mi desahuciado llamado de hace unos segundos, pero no podía dejar de latir sin contarme qué
fue de Beatriz.
Respiró,
respiró, bebió unos sorbos de agua que le dí en una cucharita y continuó su
relato.
¡Cuánto empeño le ponemos a la vida, es
increíble! El solo hecho de saber que no hay más nada, solo muerte, nos obliga
a aferrarnos con todo nuestro ser que está condenado a dejar de ser.
La cosa es que
el nono continuó, lento y susurrante, con la historia de su puta amada.
Al tercer mes y
a escondidas de mi abuela, él ya había juntado cada uno de los billetes
necesarios para estar con Beatriz. Pero como no conocía mucho del comercio de
los cuerpos, no se animaba a encarar.
Encima, como no
quería que nadie se enterara, ni siquiera le contó a su mejor amigo como para
que le diera un consejo o al menos una sugerencia. Así que, ahí andaba el nono
con la cabeza en cualquier lado tratando de inventarse una escusa o descubrir
su arrojo para poder estar un turno con una puta.
Finalmente lo
logró, una noche después de tomarse un par de vasos de vino con la comida,
anunció que salía a dar una vuelta para bajar la comida, algo que estaba fuera
de su rutina.
Mi abuela
intuyó que estaba preocupado por algo pero no le preguntó, es decir antes no se
acostumbraba. Antes el hombre resolvía el trabajo y la mujer la casa y la
crianza.
Moribundo y
todo, me contó, tendido en la cama en la que había dormido desde que se casó
con mi abuela, cómo había sido esa noche.
Entre las ganas
de ver y estar con Beatriz y la vergüenza y culpa de engañar a mi abuela, la
cabeza le zapateó hasta que llegó al piringundín del foquito rojo.
El vino había
hecho efecto y el coraje y el deseo se apropiaron de él ni bien puso un pie en
el prostíbulo. Era una casa tipo conventillo con una recepción con varias
sillas, que esa noche para suerte de mi nono estaban vacías, y un pasillo con
varias habitaciones y un baño al fondo.
La mujer
rellena le salió al encuentro y antes de que saludara o preguntara algo, mi
abuelo lanzó desde el fondo de sus entrañas “Beatriz”.
La mujer
sonrió, algo nervioso lo debe haber notado supongo, y volvió a saludarlo y
cuando mi abuelo devolvió el saludo siguió la charla que incluyó un precio, un
pago y un dato clave: habitación 3.
En ese momento
que ya se había concretado el acto de comercio, mi abuelo miró el pasillo que
parecía tan infinito como borroso.
Veintitrés,
dijo en un susurro mi abuelo. La pausa duró un par de bocanadas de aire y luego
aclaró que esa fue la cantidad de pasos que dio para llegar a la habitación
donde estaba Beatriz.
Jamás me
hubiera imaginado semejante calculo, aunque muchas veces me pregunté qué piensa
un jugador que va caminado hacia la pelota en medio de una definición de
penales. Bueno, ahora supongo que además de las escenas extremas de gloria y
derrota, también pueden contar los pasos.
Cierto es que
su voz susurrante no habló como macho cabrío dando detalles del sexo sino que
la describió con amor. Recordó su aroma a jabón de coco, piel suave, voz segura
al igual que sus acciones.
Cuando mi
abuelo terminó de abrocharse el pantalón, Beatriz lo atropelló con su cuerpo y
le dio un beso en la boca que le fue correspondido con la misma pasión.
No se dijeron
nada, solo se miraron y mi abuelo salió de la habitación 3 y caminó 23 pasos
hasta la salida del piringundín.
Al día
siguiente al volver del trabajo, Beatriz no estaba en el umbral. Tampoco lo
estuvo los días que le siguieron. Mi abuelo pensó que estaba con algún cliente
o que le daba vergüenza asomarse por lo del beso.
En fin, durante
los tres meses que siguieron no la volvió a ver pero ahorró religiosamente cada
moneda para regresar con Beatriz.
Nuevamente la
misma escena, mi abuelo cena, avisa que sale a caminar rompiendo su rutina y mi
abuela que no dice nada.
Al llegar al
piringundín, un poco más sobrio que la primera vez y menos nervioso, saluda a
la mujer rellena que le sale al encuentro y pide estar con Beatriz.
- Se fue al
otro día que te vio galán, le dijo la mujer con una sonrisa.
- ¿Por qué?
¿Dónde?, lanzó rápidamente el nono que estaba en shock.
- En este rubro
mi vida no preguntamos esas cosas. Así como un día llegó, otro se fue. Corta la
historia. ¿Vas a querer a otra chica?
- No, no. Está
bien, disculpe. Dijo con respeto mi abuelo y salió.
No alcanzó a
caminar 10 metros que la mujer rellena salió a la calle y le gritó.
- ¡Eh Galán!
Por si te sirve de algo, solo dijo que se había enamorado - le confió la mujer,
que sonrió y volvió adentro.
Mi abuelo me
miró con sus ojos profundos, me sonrió con un amor eterno y a los pocos
segundos sentí que había muerto. Solo atiné a buscar su pulso en vano y lloré
en silencio. Decidí quedarme un rato ahí entre el amor y la muerte.
Agosto 2018
(Gracias Pablo Montanaro por echarle un ojo y la confianza).
viernes, 12 de octubre de 2018
La Justicia Restaurativa
Les dejo la entrevista, casi una charla amena, que tuve con Virginia Domingo de la Fuente (presidenta de la sociedad científica de la justicia restaurativa de España) quien estuvo en Neuquén y pasó el por el estudio de LU5 AM600. Buscar sanar tanto a la víctima como al victimario para que no reincida y a su vez a la sociedad ponen a la Justicia Restaurativa al borde la utopía. ¿Será posible por estos pagos?
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