lunes, 24 de junio de 2013

El “Giovani” murió en su ley

Eran las 4.30 de la madrugada del 24 de junio de 2013, el termómetro marcaba 3 grados bajo cero en la capital neuquina. Elvio “Giovani” Llanquileo (28) un joven bandido rionegrino caminaban al asecho por el barrio Mariano Moreno ubicado en la zona este de la Ciudad.
El rigor del frío se hacía sentir por lo que “Giovani” andaba con un gorro de lana y llevaba una mochila con algunos elementos que lo ayudaban a acelerar cualquier tipo de robo como por ejemplo una barreta y una pinza.
En su torso, nadie lo sabía sólo él, cargaba como de costumbre dos armas de fuego gracias a una sobaquera doble que había conseguido. Una Magnum 357 para asuntos pesados y un Colt 38 que usaba en los asaltos rápidos.
Llanquileo gozaba con sendos antecedentes y a pesar de que lo capturaron en varias ocasiones se supo escapar de las cárceles rionegrinas, con y sin ayuda, en seis oportunidades.
El “Giovani” es lo que se conoce como un tipo de avería, es más a él le gustaba presumir de ello por eso llevaba en la billetera la última citación judicial que recibió por una tentativa de homicidio contra un policía en Roca. Toda esa historia que cargaba encima le daba chapa de “pesado”. Pero nunca imaginó que esa madrugada del 24 de junio sus tropelías llegarían al final.
De puro aprovechador de circunstancias se animó a robar un Fiat 147. Cuando estaban en plena faena los sorprendió una patrulla policial. “Giovani” que era ligero pensó en forma errada, tal vez por el frío, y terminó saltando la reja de una vivienda para quedar cercado por dos uniformados.
Fiel a su estilo, el astuto delincuente quiso engrupir a los policías haciéndoles creer que esa era su casa y que había olvidado las llaves. El verso no prosperó y la suerte parecía echada, Llanquileo sería detenido.
La idea de las rejas como la de un trabajo honrado y sacrificado nunca germinaron en su ser por lo que su genética lo obligó a una última reacción. Metió la mano derecha en la campera y empuñó la Magnum porque la usaba en situaciones extremas y esta lo era.
Giró rápidamente sobre su eje al grito de "no me tiro nada policías hijos de puta" y abrió fuego.
Alcanzó a ejecutar cuatro disparos, dos impactaron en el chaleco antibalas del policía, uno rozó la mano del agente y otro le perforó la ingle. Pero mientras gatillaba “Giovani” también recibió lo suyo. Fueron seis proyectiles que le perforaron el tórax.
Antes de morir pensó en la maldita costumbre de los policías de usar chalecos antibalas, ya que un año atrás en Roca fue detenido después de un tiroteo en el que un policía rionegrino se salvó por el mismo motivo.
“Giovani”, delincuente afamado en la zona, murió en su ley con tan sólo 28 años. Nunca se preocupó en forjarse un camino alternativo, la violencia estaba en su ADN y nunca renegó de ella. Dicen algunos que antes de morir no se quejó, ni siquiera del frío aunque su cuerpo terminó en estado fetal al igual que cuando vino al mundo.