jueves, 29 de julio de 2010

El "in-creíble" secretario de seguridad

Finalmente el secretario de Seguridad de Neuquén Guillermo Pellini dio la cara, aunque con eso no basta, y habló de Wilson, el muñeco pelota que estaba apostado en una de las garitas de la vigilancia cuando dos presos escaparon de la cárcel tras trepar por el caño de un domo de seguridad que estaba fuera de servicio.
Tardó dos semanas en hablar Pellini sobre una noticia que dio la vuelta al mundo y que puso en ridículo a todo el sistema penitenciario provincial. Este funcionario público sólo atinó a decir que con el jefe de policía no había hablado respecto de la existencia de Wilson aunque sí está al tanto de que se iniciaron sumarios administrativos a los responsables del sistema penitenciario ¿Quién le aviso un mensajero? digo, porque con el jefe de la policía dijo que no había hablado.
En fin, como decía en el posteo anterior, que Pellini saliera a hablar no era garantía de verdad y no lo fue.
Digo, pregunto, como mas guste: en ningún momento al secretario de Seguridad se le ocurrió levantar el teléfono para hablar con el jefe de policía por las carencias existentes en el sistema penitenciario. Y si es así como él dice, que no habló, no le parece un poco irresponsable de su parte.
En definitiva, estoy molesto porque nos mienten en la cara. Sabe una cosa Pellini, como yo no estoy obligado a creerle elijo no creerle.
Como dije en otro posteo: Wilson es un muñeco que no pudo elegir, hay otros muñecos en el gobierno que son mucho más peligrosos y que encima mienten y mal.

Foto: Gabriel Oyarzo

martes, 27 de julio de 2010

Wilson a la pantalla y Pellini en silencio

En el blog de Guillermo Berto (Fuera del Expediente) vi que recuperó de Internet este video donde recrearon la fuga de los dos internos de la U11 que pusieron al desnudo la existencia del Wilson, el muñeco pelota que apostaban en una garita de seguridad por la falta de guardiacárceles.
Nunca me hubiera imaginado que el dato que un día llegó a mis oídos terminara dando la vuelta al mundo. De todas formas, lo que más me intriga es por qué el Gobierno no da respuesta a las falencias del sistema de seguridad carcelario.
El secretario de Seguridad de Neuquén Guillermo Pellini aún no se ha expedido al respecto pero cuando salga ¿Qué va a decir Pellini después de dos semanas de absoluto silencio? ¿Le tendremos que creer? ¡un papelón!

sábado, 24 de julio de 2010

Muñecos en puestos claves

Con la aparición de Wilson, el muñeco que vigilaba presos en la cárcel del Parque Industrial, estuve un tanto revolucionado esta semana y tratando de mantener fría la cabeza para no perder el eje de lo que es la noticia.
El dato sobre la existencia física de Wilson me llegó un tanto por casualidad y un tanto por hacer mi trabajo, es decir que por suerte la casualidad me encontró trabajando.
Más allá de lo colorido que es Wilson su significado profundo es muy interesante. Digo, Wilson demostró que no andaban las cámaras de seguridad y que no hay suficiente personal penitenciario. Esta situación llevó a que los guardiacárceles tuvieran que inventar un ardid para engañar a los presos para que no se escaparan. Pero los presos se escaparon igual y para peor trepando por el caño de un domo de vigilancia que no funcionaba desde hacía tiempo por falta de mantenimiento y de fondos para repararlo.
Es acá donde aparece la responsabilidad política. Desde el 2007 hay expedientes iniciados pidiendo la refacción del sistema de vigilancia de la U11 que fue instalado en 1995. Éste es el dato que da vergüenza y no la creación de Wilson que termina siendo la instrumentación de una medida paliativa ante la falta de recursos humanos y de fondos que no derivan los funcionarios políticos de turno. Y cuando se acude al político para que dé respuestas, en este caso el secretario de Seguridad de Estado Guillermo Pellini, no sólo no las da sino que no atiende y no acusa recibo de que las explicaciones no se las debe ni a un periodista ni a un medio sino a la ciudadanía. Ciego, sordo y mudo Pellini finge que nada ha pasado y espera a que el tiempo conduzca el tema, digo: los fugados, Wilson, las cámaras y la ausencia de presupuesto, al olvido.
Ahora no me cabe duda que tanto Wilson como Pellini son muñecos apostados en puestos claves con la finalidad de que no hagan nada pero simulen. Acá resta hacer una salvedad en favor de Wilson que no eligió estar donde estaba, hecho por el cual su inutilidad se vuelve menos peligrosa.

jueves, 22 de julio de 2010

Wilson: "Nunca imaginé terminar así"

Cuando descubrí a Wilson (ver nota), el muñeco pelota que simulaba ser un guardiacárcel apostado en una de las quince garitas de vigilancia de la Unidad Penal N° 11, nunca imaginé que iba a llegar tan amplia difusión internacional (ver nota).
Tras la divulgación de la noticia las autoridades penitenciarias lo relevaron de su puesto y lo confinaron a un armario. Molesto por esta situación Wilson salió a hablar y en una entrevista exclusiva me relató su verdad para que “a otros muñecos en el futuro no les pase lo mismo”.
El encuentro con Wilson se produjo al pie de una de las garitas de control de acuerdo a lo que habíamos pautado ya que como periodista también perseguía hacer algunas fotos sobre su labor e ilustrar la nota.
La entrevista tuvo momentos de mucha tensión porque Wilson no pudo evitar elevar su cabeza-pelota hacia lo alto de la torre de control y en varias ocasiones estuvo a punto de quebrarse por lo que rápidamente debimos cambiar el tema para que no se pinchara.
“Comencé a trabajar acá de un día para el otro”, inició su relato Wilson a quién también lo han confundido con un maniquí. “Habían llegado dos ciudadanos chilenos acusados de haber matado a un carabinero y como son pocos los guardiacárceles de la U11 me ofrecieron ir a la torre. Yo les expliqué a las autoridades que era una pelota que servía para entretener no para vigilar pero ellos me aseguraron que con una estructura y una gorra podría aparentar tranquilamente a la distancia ser un guardia. Ellos me dieron garantías y respaldo por lo que confié y acepté la tarea”, recordó la pelota que supo trabajar junto a Tom Hanks en la taquillera película Náufrago.

¿A qué torre te mandaron?
A la más alta de todas las garitas del penal que está en el sector oeste de la cárcel. A los pocos días de estar ahí, 24 horas permanente, trabajando subió un penitenciario que en una breve charla me confió por qué me habían puesto a mí.

¿Qué te contó el guardia?
Que cada vez que mandaban a un hombre a esta torre terminaba con parte de enfermo porque la garita no tiene vidrios así que se pasaban muchas horas al frío. Además los días de viento la torre se mueve muchísimo. De hecho en varias ocasiones temí que salirme de la estructura que me armaron pero por suerte el que me enganchó lo hizo bastante bien.
¿En algún momento los presos se dieron cuenta que eras un muñeco?
Por lo que me decían los guardias, no. Pasa que al ser la más alta de todas las garitas desde los patios del penal se ve como si fuera una sombra. Yo creo que no se dieron cuenta de haberlo hecho me hubiesen relevado enseguida.

¿Y qué te parece que vigilen la cárcel con una pelota que simule ser un guardia o que tan sólo genere una sombra?
No me parece, pero creo que yo no soy el más apropiado para responder esa pregunta para eso están las autoridades y principalmente las políticas que son las que definen los presupuestos. Yo solamente me limité a cumplir con mis obligaciones.

¿Cuánto tiempo llevabas en la torre?
Y… poco más de un año.

¿Cuándo se supo de tu existencia qué pasó internamente?
Ese día subió un guardia, que me acomodaba la gorra todos los días, y me dijo que un diario ya se había enterado de mí. Pero nunca imaginé que fuera a terminar así. Yo nunca pedí un franco ni el pago de horas extras ni vianda doble o abrigo alguno. Trabajaba de sol a sol.

Pero, ¿qué sucedió?
En menos de 24 horas me relevaron de mi puesto y me escondieron en un armario sin más. Yo no pedí estar en la torre y tampoco en el armario pero la policía es una institución verticalista y uno sólo se limita a obedecer, aunque sea una pelota.

¿Y ahora qué vas a hacer?
Y no sé. Creo que nada porque no hay organización de DDHH que defiendan a las pelotas. Por ahora voy a permanecer en el armario hasta que defininan mi nuevo destino. En definitiva yo esperaba otra cosa de la policía de Neuquén pero pincharon todos mis planes.


ACLARACIÓN: Esta entrevista imaginaria ha sido realizada con datos obtenidos de la realidad.

martes, 20 de julio de 2010

Wilson es guardiacárcel


La excusa de la falta de fondos en las arcas provinciales ha ido develando lentamente, producto de una política de comunicación negadora, las falencias que padece cada una de las áreas del gobierno. La última es la del muñeco que utilizan en la cárcel de Parque Industrial para vigilar a los internos ya que falta personal y las cámaras de seguridad están en su mayoría fuera de servicio (ver nota).
Al muñeco, hecho con una pelota y una gorra, le dicen Wilson como la pelota de voley que acompañaba a Tom Hanks en la película Náufrago.
Este recurso utilizado por los penitenciarios surge a partir del uso del ingenio para salvar las carencias de personal y presupuesto. El dato, tristísimo desde lo profesional, no deja de tener una cuota de simpatía. Digo, ahora que se fugaron dos internos de la U11 a Wilson le iniciarán sumario interno. Además trascendió que durante la filmación de la película que le permitió a Tom Hanks ganar el Oscar la pelota ya había manifestado sus intención de convertirse en penitenciario como se puede apreciar en la foto.
Pero hay más. Se supo que gracias a la productividad de Wilson, trabaja infatigablemente de sol a sol y no demanda francos, ni campera de abrigo, ni aumento salarial, la cúpula policial está analizando incorporar una Jabulani para estar más actualizados en materia de seguridad pero no se sabe si la ministra de Hacienda Esther Ruiz la va a contemplar en el presupuesto 2011.
Por último, dejando los chistes fáciles, vale recordarle al ingeniero agrónomo Guillermo Pellini, que hoy está a cargo de la Secretaría de Estado de Seguridad, que todo sistema de seguridad necesita de personal y mantenimiento y las pelotas se utilizan para que los internos hagan picaditos en los recreos.

lunes, 19 de julio de 2010

El bigote está de campaña

En las paredes de la capital neuquina, desde anoche que los vi pintando, ya se puede apreciar la campaña de la lista blanca del MPN que tiene como icono distintivo un bigote en alusión a varios siniestros personajes de dicha línea interna.

lunes, 12 de julio de 2010

El sótano

Caía la tarde y la decisión ya estaba tomada. No se podía seguir estirando lo inevitable. Era tiempo de pagar, de intentar recomponer el pasado, la historia.
Vio su rostro por última vez en el espejo y redescubrió sus ojos, que en lo profundo guardan infinitas imágenes. Se quedó frente al cristal, duro, inmóvil, hasta que tuvo fuerza como para exhalar y tras recuperar la respiración tomó la calle cuando la luna arremetía en medio de las penumbras.
Atravesó Dorrego hasta llegar al destacamento policial donde exigió hablar con el responsable, que no era otro que un comisario apolillado, mal dormido y hambriento. ¿Por qué la policía nunca está saciada y despierta?, se preguntó mientras miraba comisario que rebalsaba el sillón.
Sentado frente a ese sujeto amorfo y azul, la boca se le abrió y en catarata las palabras se zambulleron turbando el silencio de la noche y del pasado.
Todo comenzó a los ocho años. Yo vivía en una pensión muy parecida a un conventillo a una cuadra de la bodega Arizú. De hecho, esa calle homónima a la bodega, tenía cinco conventillos a lo largo de sus dos primeras cuadras.
Sabe, según me contó don Liberal, el quiosquero del barrio, los trabajadores golondrinas que arribaban a la provincia para la cosecha paraban en estas pensiones que le quedaba a unos pocas cuadras de las bodegas. No era extraño ver peruanos y chilenos principalmente caminando por el barrio. Los bolivianos, tradicionalmente siempre se fueron para la zona de Ugarteche porque ellos ya habían desarrollado su comunidad en ese distrito de Luján.
En fin, mi vieja gerenciaba el conventillo, mientras mi viejo alternaba las changas eléctricas con su trabajo de supervisor de una firma subcontratista de YPF, cuando era del Estado.
Que estuviéramos a cargo de la pensión nos traía en suerte el tener dos habitaciones unidas y la cocina, que para llegar tenía que cruzar el corto patio de la lavandería que estaba pegada a uno de los baños que se compartía con el resto de los inquilinos.
Por ahí vi pasar, mínimo, una decena de personajes que son muy dignos de una historia bien contada, pero yo no tengo esa capacidad. Después le brindaré más detalle de los inquilinos porque ellos en definitiva tuvieron algo que ver con esa muerte.
- Muerte dijo usted, preguntó intrigado y nervioso el comisario.
- Sí, pero déjeme continuar. Ya voy a llegar a eso.
Su boca se volvió a abrir y narró todo como si lo estuviera viviendo nuevamente pero las imágenes llegaban en sepia.
Era 1983 - retomó el relato - la democracia para mí no tenía mucho sentido. Era chico y lo único que me entretenía eran los recreos en la escuela, la Martínez de Rosas. Hacíamos pelotas con la bolsita de las tutucas y a veces nos dividíamos entre radicales y peronistas, sin saber ni entender qué era eso, para vitorear unos en detrimento de los otros. Cosas de chicos vio.
En la pensión mi vieja era radical, de esas de lista sabana y fidelidad partidaria absoluta, a tal punto que se iba al comité a buscar boletas y sobres para colaborar con la causa, y mientras veía las novelas ensobraba de memoria.
En la pieza grande, donde finalmente se produjo la muerte, dormía con mis dos hermanos. La habitación estaba separada por cortinas y un mueble. De un lado las tres camas nuestras y del otro una suerte de sala de estar chica pero acogedora.
En la mitad en que dormíamos había un sótano, al que yo en lo particular le tenía terror.
Allá abajo, siempre supe que hubo algo. Un pasaje a otro lugar, una puerta al infierno o quizás algo peor que eso.
Levantar la tapa del sótano era una movida bastante complicada, porque teníamos que correr las tres camas y las dos mesas de luz.
El único que bajaba era mi viejo, con el tiempo mi hermano mayor también bajó a ese oscuro hueco que estaba en la habitación. También con el tiempo mi hermano enloqueció. Se dice que ahí abajo el tuvo una aparición siniestra. A partir de ahí cambio para siempre. Se fue al seminario en Córdoba donde al parecer tuvo otra visión y huyo. Ahora, sé que vaga por el mundo, cada tanto llama de un país diferente. Nunca puede hablar con él para que me contara qué cosa se le presentó ahí abajo.
Yo al sótano bajé recién a los ocho años. Sabía que tarde o temprano lo haría pero nunca imagine lo prematuro del hecho. No obstante, yo ya había ingresado con mis amigos a la casa abandonada que estaba frente a la plaza Biritos. En esa obra en construcción habían matado a un hombre y entramos igual. Eso me dio chapa suficiente como para que una vecinita se interesara en mí. Usted ya vio como son las chicas cuando ven a un valiente, ni que hablar en ese entonces. Pero al sótano tenía que acceder sólo y sin amigos.
Sabe, yo era un niño y los niños no deben bajar a los sótanos pero éramos tan pobres. Papá, como le dije, trabajaba quince días en Malargüe y el asma de mamá no le permitía en algunas ocasiones hacer determinadas tareas entre ellas sacar la tapa del sótano y bajar. De todos modos, los niños no tienen que bajar a los sótanos. Los sótanos no son lugares buenos para los niños.
Recuerdo que cuando mamá me propuso la tarea yo fingí ser más valiente de lo que era...y soy.
Era de mañana, fue la última mañana. Yo no lo imaginaba.
El ritual fue muy prolijo, moví las camas, metí la mano en el borde y levante la tapa. La corrí con mucho esfuerzo porque era niño y los niños no tienen fuerza para correr las tapas de los sótanos.
El velador lo saqué de la mesita de luz y lo incliné hacia adentro de ese agujero en la tierra, que a esa altura se había convertido en un voraz hoyo que alimentaba mi espanto.
La luz, sólo generaba más sombras y las sombras aceleraban la imaginación que cesó de golpe cuando asenté mis dos pequeños pies en ese mundo subterráneo.
Al primer paso, le siguió un silencio prolongado y oscuro, hasta que el otro pie respondió, lo que me obligó a avanzar en ese abismo.
La revelación me llegó después de conocer que ese pozo debajo de mi habitación era una bodega donde se guardaba salsa casera, dulces, vino y embutidos.
Pero cuando todo comenzaba a tranquilizarme una voz estalló desde el rincón más oscuro y húmedo del sótano. Quedé tieso. No sé cómo no me desmaye. Permanecí de pie frente al terror. De pie, sobre esos pequeños pies que no podían ni siquiera huir.
Los esfuerzos por descubrir la procedencia de esa voz fueron inútiles, el juego de luces y sombras cubría a la perfección el rincón.
La voz era la de un chico casi de mi misma edad, en ese entonces, que con angustia me dijo: "liberame"
Yo me asuste, ¡va! ya estaba asustado. Pero me aterró el pedido. No comprendía nada, sólo tomé la botella de salsa y salí corriendo hasta la cocina. Mi vieja me preguntó qué me pasaba. No respondí, sólo imaginé lo blanco que estaba. A los pocos segundos caí en la cuenta de que la tapa del sótano estaba aún abierta, por lo que volví a la habitación.
Entre el espanto y la sorpresa descubrí que el pibe estaba sentado en mi cama. Sus facciones me eran conocidas pero estaba tan demacrado y húmedo que me costó identificarlo del todo.
“Estoy encerrado, amaniatado en la oscuridad. Apúrate, no sea que el ego te distraiga y los días se te vayan”, vociferó el pequeño pestilente generándome un fuerte dolor en el pecho.
Antes de volverse al sótano me miró, sin ojos que yo pudiera ver, y me advirtió: “Cuidado con los espejos y las formas, las letras y las normas. No te consumas en lo absurdo”.
El pibe se volvió a meter ahí abajo y yo cerré la tapa.
Durante muchos años no entendí pero ahora necesito que saquen el cadáver que debe estar ahí abajo.
- Esa es su urgencia, no la mía. Además, quién le dijo que el cadáver está ahí abajo - sentenció el comisario con una mueca socarrona y despectiva antes de desvanecerse con el alba.
Amanecido e insomne el tipo regresó a su blanca habitación y vio que sobre la mesa de luz yacían intactos el vaso de agua y las pastillas.

martes, 6 de julio de 2010

A oídos sordos...puebladas

Cada vez que se producía un corte de ruta me solía preguntar lo mismo: ¿es necesario llegar hasta esta instancia? ¿por qué no se reclama por las vías correspondientes? ¿siempre se comienza un reclamo por la medida más dramática? Las respuestas llegaron en tiempo y forma, ayer. Sí, ayer estuve desde temprano en el corte de ruta que hicieron los vecinos de Añelo. Lo que muchos no saben es que esta gente viene desde hace tiempo pidiendo lo mismo, mejores condiciones sanitarias para el pueblo. Tuve la suerte de seguir la evolución de la demanda a partir de la muerte de una joven madre y su hijo de cuatro años que fallecieron tras el incendio de su vivienda 15 días atrás. Esa fatalidad dejó al desnudo las falencias del sistema de salud y de bomberos en la localidad.
Preocupados, los vecinos se reunieron primero en la ruta luego en el polideportivo y nadie, digo por los funcionarios locales y provinciales, supo canalizar el pedido, cierto, de esta gente que parece estar abandonada a la buena de Dios a tan sólo 90 kilómetros de la capital de Neuquén donde hay una sucursal del Cielo: la Casa de Gobierno.
Y cansados de los oídos sordos finalmente ayer (06-07) salieron a cortar la ruta (ver nota). Fue ahí que apareció la Justicia a ordenar el desalojo de la ruta pero no para garantizar el derecho a la salud. Y con camiones petroleros varados a ambos lados de los cortes fue que el subsecretario de salud, después el ministro y finalmente el gobernador decidieron atender la situación.
Anoche levantaron el corte tras la firma de un acta acuerdo que nadie sabe si se cumplirá.
Fue en medio de esa pueblada, todo ahumado y con frío, que entendí que esta vez los que permitieron que se llegara al corte fueron los funcionarios de turno que desde hace años vienen dilatando las respuestas sanitarias para esta humilde comunidad.
Entonces, con el diario de hoy en la mano me pregunto: ¿cómo se gestiona ante los oídos sordos? y la respuesta cae por su propio peso: cortando la ruta.

sábado, 3 de julio de 2010

Ese maldito dolor...

Es un dolor profundo el que siento por la derrota de la selección y no tengo ganas de hacer leña del árbol caído. Para ser honesto me pregunté ¿por qué duele tanto? y la respuesta llegó: lo que duele es lo que buscabamos evadir.
Muchos apostaron a que estos pibes, que juegan al fútbol, nos dieran esa felicidad que no otorga la realidad en la que estamos insertos.
Cada uno de los goles alemanes nos fueron alejando de ese espíritu triunfalista y nos fueron acercando al derrotero de los días que se repiten sin mayores novedades.
Ahora, con el resultado puesto, recordamos que tenemos trabajo pero que no es la panacea, que el sueldo no alcanza y que las expectativas de crecer son muy difusas. Y reaparece la idea de lo duro que es mantener la cabeza gacha con tal de alimentar a la familia. Es ahí que caemos en la cuenta que cuando se gritaba un gol de Tevez o Higuaín se gritaban otras cosas que no se dicen, que no se pueden decir porque de lo contrario también nosotros nos quedaremos sin nada, como la selección.
Es así que lo que más duele es que no tendremos la posibilidad de sentir que nos impusimos a los poderosos, a los más fuertes, a los que más tienen y que, como también pasa en el fútbol, más quieren.